Torremilano

Torremilano es un poblado de base medieval que creó, junto a Torrefranca, el municipio de Dos Torres el 11 de diciembre de 1839 por Real Decreto.

Su origen se remonta al menos al siglo XIV; es por lo tanto uno de los asentamientos más tempranos en la parte oriental de la comarca, exceptuando las capitalidades históricas (Belalcázar y Pedroche), sin que se pueda remontar su origen de momento a la centuria de la Reconquista de Córdoba (siglo XIII). Por ahora, lo documentado se cifra en las primeras menciones de una escuálida torre defensiva en la tierra de realengo con la frontera del condado de Santa Eufemia, que había sido otorgado en 1293 al alcaide de Córdoba D. Fernán Díaz Carrillo. Por lo tanto, esta primera construcción castrense sería el primer pilar de lo que más tarde habría de ser la villa de Torremilano, que nacería con los aportes demográficos de Pedroche y de los pastores de la mesta, que sin duda tuvieron no poca importancia en el trasiego que se producía en por su término municipal; sin embargo,a mediados de siglo trece aún no se cita como poblamiento ni entre las delimitaciones de poblados ni en asentamientos de la comarca.

No obstante, el crecimiento debió ser de vértigo a finales del siglo XIV y comienzos del siglo XV, pues en la primera mitad del Cuatrocientos está ya bien documentado el Concejo con una nómina bastante completa de oficiales, y existen casas de audiencia, iglesia y carnicerías públicas. Está claro que el impulso de la ganadería y agricultura fue mayúsculo, y la independencia de Pedroche era ya un hecho consumado. A finales del siglo XV es ya una villa con un potencial económico notable, como se pone de manifiesto en los empréstitos que se realizan a D. Isabel de Castilla en sus litigios con Portugal. Durante el siglo XVI Torremilano alcanza el máximo esplendor, pues es una de las villas que más aporta (junto a otras de Los Pedroches) al crecimiento económico cordobés en cuanto a industria textil y pañera. El fruto de este crecimiento se substantiva en una transformación profunda en cuanto a crecimiento demográfico, desarrollo urbano y engrosamiento de grupos sociales notables, que alcanzarán un estatus de hidalguía que les convierte en grupos de élite y privilegio que se van a diferenciar del Común. Estos son precisamente los dueños de las casas con escudos nobiliarios que hoy pueden verse repartidos por la población.