El prodigio de Javier Conde

La última fase eliminatoria del Campos de Guitarra concurso de guitarra flamenca organizado por el Ateneo de Córdoba, resultó ilusionante. El jurado tiene donde elegir para conformar una interesante final, con lo que el objetivo de este concurso ha quedado plenamente conseguido.

Entre los concursantes citados el pasado miércoles destacó el guitarrista de Cáceres Javier Conde, que a sus doce años atesora los conocimientos técnicos más complejos que requiere la guitarra de concierto actual. La preparación formal del joven concertista estuvo en perfecta armonía con una exquisita ejecución. Las piezas que interpretó adquirieron insospechadas cotas de calidad, tanto en el aspecto mecánico del desarrollo musical, como en el sensitivo. El repertorio de Javier Conde, tarantos, solea, guajiras y farruca, estuvo basado en obras de Andrés Batista y Niño Miguel, recordando a los aficionados el espíritu expresivo de Sabicas y Paco de Lucía. Todos sus toques fueron seguidos con inusitada atención, incluso por otros guitarristas, algunos de ellos concursantes; y es que ante la evidencia de un prematuro virtuoso de la guitarra no quedan objeciones. Los aficionados recordamos el alumbramiento artístico de Paco de Lucía, Niño Miguel o Rafael Riqueni.

El público que llenó la Sala Flamenca de Bodegas Campos también pudo apreciar el nivel del resto de los concursantes. Juan Expósito se extendió en tarantas, para continuar con un oportuno zapateado. Concluyó su participación con farrucas y alegrías, con la constante de un laborioso entramado de falsetas. El concursante Guillermo Salinas sólo mostró el esqueleto musical de toques por tarantas, solea, farruca y bulerías, marcando de manera abusiva el carácter distintivo, de estos toques. Aitor García Escobar se desplazó a Córdoba desde Mondragón, para exponer granaínas, tangos, solea y bulerías. El concertista marcó con precisión obligadas notas, con pigmentaciones del toque clásico y actual, manteniendo la atención de los asistentes. Gabriel Muñoz pasó de puntillas, tocando por tarantas, alegrías, granaínas y guajiras. Demostró cualidades, pero con una pulsación que resultó blanda, obligada por una fijación en trémolos.

Francisco Martínez
El Día de Córdoba, 19 de octubre de 2001